El año 2020 llevó a redoblar esfuerzos físicos y de atención a personas sin hogar y familias en situación de precariedad económica que se vieron aún más empobrecidas a raíz del confinamiento y la pandemia que afectó al país. Lo mismo llevó a buscar recursos extras y aglutinar un trabajo conjunto con otras organizaciones civiles y fundaciones, para dar respuesta a necesidades vitales de alimentación, vestimenta, calzado, suministro de medicamentos recetados, apoyo en trámites, entre otras acciones destinadas a revertir la situación de extrema vulnerabilidad del colectivo que atendemos. 

La muerte de Luis el 3 de enero, un querido amigo sin techo que dormía en las inmediaciones de las Torres de Quart, marcó un inicio de año triste, que ya había precedido el asesinato de Felipe en diciembre, en la zona del Cabañal, hechos que marcan trágicamente la vulnerabilidad de las personas sin hogar en las que confluyen diversos factores que hacen sumamente compleja la situación que viven; precariedad económica, adicciones, soledad, analfabetismo administrativo y exclusión digital, baja autoestima, entre otros que se agravan en inmigrantes y más aún cuando quienes viven en la calle son mujeres.

Confinamiento

La decisión de continuar con la atención a las personas sin hogar en Valencia fue acordada por la Junta Directiva de la Asociación el 13 de marzo, tras percibir lo solo que se quedarían ante una inminente medida de confinamiento domiciliario, la que se confirmó al día siguiente. Salimos con 80 bolsas de comida y quedamos cortos. Tuvimos que aumentar progresivamente el número de bolsas llegando a entregar 450 bolsas de comida en el mes de junio.

La bolsa de comida llevaba uno o dos platos de comida, un bocadillo, yogur, agua, fruta, postre, jugo, bollería, frutos secos y ocasionalmente galletas y chocolates.

Muchas personas sin hogar no comprendieron inicialmente la situación que vivían; amanecer con calles vacías, estar desinformadas, encontrar cerrados establecimientos donde se les brindaba alguna ayuda como el uso de baños, agua o un techo temporal.

La fecha del confinamiento estaba cercana a la celebración de las festividades de Fallas y algunos turistas quedaron en total desamparo, para pasar a ser un sin techo más; sin alojamiento por los cierres de hoteles, sin carga de móvil y con la necesidad de comunicarse con la familia, para tratar de viajar. Los encontramos cobijándose en parques, deambulando o durmiendo en improvisados alojamientos que reflejaban el drama de “quedar atrapados” en otro país.     

Las propuestas para colaborar llegaron casi inmediatamente. Hubo una respuesta ciudadana que permitió la atención permanente y abundante durante dicho período; Ismael Company de The Black Turttle de Cirilo Amorós y Kinépolis, la Obra Social de La Caixa, la Fundación Global Giving, el Banco de Alimentos con la Fundación World Central Kitchen del cocinero asturiano José Andrés, Frutos March, Patatas Aguilar, Mercadona, Valencia Cose, agrupaciones de Emaús, equipo Atalaya, Grefusa, Fundación Juntos por la Vida, entre otras,  fueron sumando sinergías de diferentes sectores de la ciudadanía que se tradujeron en una esmerada y solvente atención a las personas sin techo y familias, ejecutada por un equipo de emergencia integrado por más de 45 personas de distribución y  alrededor de 150 de apoyo.

Conformamos una red de comunicación a través de wasap con otras Asociaciones que atienden a personas sin hogar. Al tener como sede un piso pequeño solicitamos contar con los espacios del edificio del Servicio Jesuita de Migración (SJM), ubicado en Avenida Fernando el Católico 78, con quienes atendimos a personas y familias que estando en casa vivían una situación de extrema vulnerabilidad. Creamos rutas extras para asistir con alimentos y vales de CONSUM a esas familias que pasaban por momentos difíciles. A esta iniciativa se sumó la Clínica Quirón que preparó especialmente durante el mes de junio 20 menús diarios, para familias con niños.

Debido al cierre de establecimientos comerciales y al cese de labores de muchas personas, la furgoneta de la asociación transportaba como parte de su carga diversos alimentos para entregar a gente que se acercaba cuando se estaba distribuyendo a las personas sin hogar.

Otra medida en conjunto con el Servicio de Migración y Casa de Marruecos fue habilitar unas salas durante el confinamiento, para albergar a nueve jóvenes marroquíes que vivían en la calle, proporcionándoles alojamiento, comida y una formación básica con cursos de cocina, manipulación de alimentos con traducción simultánea, pintura y castellano, para luego apoyarlos económicamente en su proyecto de emigración.

El  confinamiento marcó un antes y un después en nuestra atención a las personas sin hogar. Hasta el domingo 8 de marzo se prepararon los alimentos y se llevaron a cada sitio en ollas-termos que los mantenían calientes, para servir en el instante, entregar en mano y compartir momentos de conversación, sonrisas y abrazos. Todo cambió a partir del 14 de marzo. Mascarillas, guantes, distancia, entrega de bolsas con los alimentos y el menú envasado en contenedores. El abrazo quedó postergado, la sonrisa quedó oculta. Los ojos marcaron la alegría de los re-encuentros y quizás como nunca en ese período nos miramos más fijamente. El resto de los meses los grandes termos quedaron en las estanterías, para entregar la comida ya envasada. Han sido tiempos difíciles para tod@s.

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