Confinados en la calle

Miles de personas duermen al raso en las grandes ciudades españolas sin conseguir salir de un perverso bucle

«Antes estábamos olvidados y ahora los seguimos estando», explica Juan, un malagueño que lo perdió todo en la anterior crisis

Cae la noche y las aceras se acaban de vaciar hasta que casi no se ve a nadie. Pero no todas. En las grandes ciudades españolas hay ciertos callejones, parques y soportales donde miles de personas siguen durmiendo sin techo. Su confinamiento por el coronavirus está en unas calles a las que parecen anclados.

“Al final te acostumbras a esto, no es que te guste, pero te acostumbras”, explica David, de cuarenta y tantos, con dos hijos adolescentes que viven con sus abuelos. Mientras parece que algo se le ha metido en el ojo, recuerda que hace no tanto tuvo y gestionó con éxito dos restaurantes pero que, desde entonces, no sabe gestionar el alcohol. “No consigo dejarlo”, asume honesto y resignado. “Si pudiera creo que podría volver a trabajar en la hostelería porque puedo hacer de todo”, asegura.

Le mira con ternura Magdalena, su pareja, que es rumana y que empezó a aprender castellano viendo en su país telenovelas sudamericanas. “Marinela, Natalia…”, recuerda nostálgica. Ahora, devora libros. “Me he leído tres de Agatha Christie en tres días”, presume. “A la calle te trae la vida, las consecuencias de cosas que haces y engaños, que es lo que más duele”, explica

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